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lunes, 18 de enero de 2010

Reflexiones sobre el amor


Parte 1

En estos días he estado pensando mucho en mi vida “amorosa” y en consecuencia sobre el amor, que yo he dicho ya en varias ocasiones en conversaciones entre amigas, que en mi opinión el amor, tal como lo conocemos es una forma de violencia, “quien te quiere te aporrea” decían en mi pueblo para justificar la violencia física contra las mujeres, un dicho tan enraizado culturalmente, que más bien que da cuenta de las profundas raíces del patriarcado y tan internalizado que lo tenemos hombres como mujeres y que se manifiesta culturalmente.

Y es que la manifestación de violencia disfrazada de amor trasciende lo físico, pues las relaciones afectivas, de amor, nos posiciona siempre a las mujeres en la subordinación y nos mete en una lógica de dar la vida por el amor, en algunos casos más extremos, se da la vida literalmente, pero damos el tiempo, nuestros espacio, autonomía, trabajo, cuidados, mimos, dinero algunas veces, experiencia, palabras, esfuerzos, en fin, todo y no recibimos lo mismo a cambio, o más bien no recibimos casi nada a cambio. Puede llamarse amor a un sentimiento que para empezar no es correspondido? O puede llamarse amor a la manera como estamos dispuestas a todo a cambio de nada? Podemos realmente amar a un tipo, cualquiera que no nos valora?

Muchas teóricas feministas han profundizado ya sobre el amor romántico, cómo opera, quién se beneficia y su implicación en nuestras vidas, yo quiero como feminista llamar la atención sobre la necesidad de enfrentar desde nuestras propias experiencias, la realidad de lo que ocurre y la concordancia entre lo teórico y lo práctico, sobre lo difícil que es en la vida cotidiana para nosotras, desestructurar sí desde lo simbólico, pero también desde nuestras lógicas y prácticas concretas vinculadas al amor, la manera como lo vivimos y en consecuencia como nos relacionamos con las otras, pero fundamentalmente mi intención y preocupación es qué realmente estamos haciendo por nosotras mismas, qué podemos hacer colectivamente y cómo podemos ayudar a otras mujeres, especialmente en el ámbito íntimo, que es al que me estoy refiriendo. Es sobre esto que quiero escribir y hablar.

Para empezar propongo dejarnos de casacas y ser honestas con nosotras mismas, entre nosotras, con nuestra historia y con el proyecto feminista, o de qué manera iremos avanzando en el proyecto político que con tanto AMOR estamos construyendo. Yo no tengo ganas de disimular acerca del asunto y aunque hay muuuuuuuuucha tela que cortar sobre el amor y muchas cosas que contar, en mi vida personal, apenas quiero empezar a balbucear algunas.

Yo hoy, todavía (por su puesto) me encuentro contradiciéndome con respecto a la necesidad de tener pareja, al miedo que provoca la soledad y que muchas veces me cuesta muchísimo enfrentar. Sin embargo tengo que decir que he avanzado muchísimo los últimos años, hoy estoy llena de amor y con menos dependencias enfermizas, que otras veces, para nada pretendo inventarme un idilio utópico, ni darme pajas, ya que siempre hay contradicciones y conflictos, para que negarlo, pero es la primera vez, que me siento enamorada y autónoma (no hablo del amor romántico, sino producto de la amistad, la solidaridad, el compañerismo y el respeto) A pesar de eso, aún me cuestiono si es como quiero estar, si es lo que de verdad quiero. Pues a veces, estos ingredientes pueden ser insuficientes.

Pero ese amor, que hoy me desborda, no es solamente el que se le puede tener a la persona con la que tenemos una relación, también tengo muchisimo amor, por mi gente más cercana, mis amigas, mis amigos de verdad y hoy más que antes, por mi hermana y hermano, mi mamá, papá y abuelas y abuelo, porque también hemos ido mejorando la relación a una de más respeto e igualdad, pero de verdad, verdad.

Pero volviendo al amor y la pareja, reconozco que algunas de mis relaciones de pareja, más “estables” y duraderas fueron relaciones violentas, principalmente una donde, aunque no me guste la palabra, ni asumirme así, fui víctima de un hombre neurótico y violento que me golpeó de manera animal. En aquella etapa, de golpes incluso, tuve serias confusiones y llegué a pensar que lo amaba, afortunadamente no me duró mucho la falsa idea que una podría amar a alguien que te agrede de manera tan brutal.

Es posible que yo misma haya aceptado en la relación, que iba a ser una dependiente de este tipo y de la relación, que mi condición de mujer casada desde el momento de hacer efectiva la unión civil, incluía entregar mi vida en ofrenda, como casi por destino, digo “es posible” porque para ser honesta, no era consciente de esto, además de tener información sobre la violencia, ser una mujer joven independiente, que trabajaba y estudiaba, iba y venía y hasta pensaba que la violencia contra las mujeres era condenable, participaba ya en organizaciones de mujeres, pensaba que a mí nunca me iba a ocurrir, los hechos me confrontaron con lo que pensaba, creía y predicaba. Además me casé por presiones estúpidas sociales que precisamente no venían de mi familia, sino de la de él, pues yo entonces estaba embarazada. Me habían realizado un año antes un aborto y el médico me había dicho que un embarazo demasiado cerca y abortar, me provocaría daños serios a mi salud, razón por la cual decidí seguir con el embarazo, posteriormente por el bebé, acepté casarme, obviamente sin AMOR.

Aunque la historia no término en tragedia, después de algunas golpizas, un buen día le partí literalmenten la cara, le quebré la nariz y poco tiempo después estaba saliendo de la relación, las causas además de la violencia física, fueron otras formas de violencia y que yo obviamente no lo quería, lo pude hacer, gracias al apoyo de mis amigas y dos amigos, que son parte de la gente que amo.

A pesar de lo que viví, le conté a mis abuelas y algunas tías, quienes me dijeron que seguramente eso me pasó porque yo viajaba mucho fuera del país o porque no me arreglaba y porque andaba siempre en la calle. Había una tía que me dice hasta hoy, que pobrecito, que ella todavia lo extraña y que así nos ha tocado a todas, así es al principio pero que la sabiduría de las mujeres está en saber conservar el matrimonio.

Hoy la mayoría de mi familia me ve mal, aún sin hijos, cambiando de pareja, viajando y trabajando por ahí, pero yo supe desde que era niña, cuando veía la violencia por la que pasaron mi mamá, mis tías, las mamás de mis amigas, que yo no aguantaría a un hombre así y que por conservar una relación o las pinches apariencias tendría que soportar con sumisión a ningún hombre ni soportarles nada que no me guste, aunque he tenido que pagar alto precio por autonomía y por mi libertad, aquí estoy avanzando para conservarlas.

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